sexta-feira, 13 de abril de 2018

La España árabe. 711 a 1492


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La Primera Crónica General de España, que mandó compilar el Rey Alfonso X el Sabio, daba en dos escenarios distintos la derrota de don Rodrigo. El primero en el río Guadalete. Pero también y enseguida, decía la Primera Crónica  que "algunos dicen que fue esta batalla en el campo de Sangonera, que es entre Murcia y Lorca". No vamos a tratar de eso hoy. Pero es un tema pendiente (JV)

Los conflictos internos del reino visigodo

A finales del año de 710, Hroþareiks o Rodericus - conocido más tarde como Rodrigo-, dux de la Bética, fue proclamado rey en Toledo por el Senatus de la aristocracia visigoda, tras la muerte de Witiza. 
No se sabe con seguridad si Rodrigo se había sublevado antes contra el rey fallecido, venciéndolo, pero sí es cierto que consiguió una mayoría que lo apoyó en la asamblea electoral de los nobles. Y era, por tanto, el rey legítimo, según el antiguo derecho visigodo.
Pero otro sector de la nobleza apoyó al rey Agila II, que era dux de la Tarraconense. Agila II gobernó en el Nordeste, en un territorio que ocupaba el sur de Francia, la actual Cataluña y el valle del Ebro, o sea, las provincias visigodas de Iberia y Septimania, que en parte se equivalían a las antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense, e incluso acuñó monedas propias. 
Puede ser que Agila II fuese ya antes, desde 708, un rey asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía. Incluso algunas fuentes lo mencionan como hijo suyo, aunque esto ya es poco probable.
El reino visigodo, por lo tanto, estaba en una clara situación de conflicto civil o, al menos, dividido por algún tipo de acuerdo de reparto y de asociación, tal vez como ya había sucedido en varias otras ocaciones en el pasado. 
A los pocos meses de haber subido Rodrigo al trono, en una situación de falta de unanimidad entre los visigodos y con un reino muy vulnerable, se produjo la invasión árabe desde el norte de África en 711.

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Invasión de la Península Ibérica por las tropas musulmanes.

En medio de este clima de divisiones internas, Tariq ibn Ziyad - que era lugarteniente de Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, un territorio dependiente del walí de Egipto-, desembarcó a principios del año 711, al comienzo de la primavera, en la bahía de Algeciras, que era llamada entonces Iulia Traducta, con un ejército de unos 7 mil hombres de origen fundamentalmente bereber, un pueblo que solo recientemente había sido sometido, e incluso cristianos del norte de África. 
Las fuentes musulmanas hablan de entre 1700 y 12 mil hombres, considerando 7 mil combatientes una cifra intermedia y que es bastante repetida en la historiografía. Tariq se estableció firmemente en el peñón de Gibraltar - nombre que deriva de este conquistador, Ŷebel at-Tariq, o Montaña de Tariq en árabe, muy bien protegida por su altura, mientras que empezaba a recibir todo su ejército en sucesivas levas de desembarcos. Desde allí comenzó a saquear los campos y las ciudades de la baja Andalucía.
Tariq aprovechó con agudeza de buen militar el hecho de que el conde de la Bética estaba viajando con el rey Rodrigo en una campaña por el norte, al parecer contra los vascos, puesto que, cuando el rey realizaba acciones militares más alejadas de su base, siempre llevaba a los condes del reino con él. Y esto era así por el doble motivo de que necesitaba sus recursos humanos para reunir un ejército, y al mismo tiempo para evitar una posible sublevación mientras él realizaba una campaña militar por otros territorios. 
En años anteriores a 711 ya había habido varias incursiones militares de tropas musulmanas contra algunas ciudades del sur, que habían sido rechazadas o que se habían retirado al poco tiempo después de obtener un suficiente botín en los asaltos. Por ello, la incursión de Tariq no despertó inicialmente una gran preocupación.
Además, según las leyes para tiempos de guerra decretadas por Wamba y reforzadas por su sucesor Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de la zona donde hubiera surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad de ninguna convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo. Pero esto, a pesar de las duras sanciones previstas, no siempre se cumplía. Los nobles terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y cosechas, claro, y el conde de cada territorio tenía como una de sus funciones la defensa del mismo.
Al darse cuenta de que las fuerzas locales del sur de la península no podían con Tariq, y que éste no se retiraba como había ocurrido en otros anteriores ataques musulmanes, el rey visigodo acudió contra él.
Rodrigo también se atrasó en su reacción contra la invasión mora porque se encontraba en plena lucha por las tierras del norte. En aquel momento estaba sitiando a la ciudad de Pamplona, cuyas murallas habían sido restauradas no hacía mucho por el rey visigodo Wamba. Pamplona, o bien había caído en poder de los vascones o estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II. Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado. Cuando las tropas comandadas por Rodrigo entraron en contacto con las de Tariq ya habían pasado varios meses desde su llegada al sur. Durante ese tiempo Tariq ibn Ziyad había obtenido el refuerzo de cinco mil bereberes más.

Otro asunto a considerar es que organizar un ejército no era nada fácil de organizar en los últimos tiempos del reinado de los visigodos por causa de la pérdida de propiedades del patrimonio de la corona, que era la que sostenía el reclutamiento de los siervos que cuidaban y trabajaban en esas propiedades. Esto hizo que Rodrigo tuviera un ejército propio muy reducido y dependiera de los efectivos militares de los nobles. Aunque había leyes que multaban a quienes no apoyasen al rey, muchos nobles preferían mantener los trabajos agrícolas, fuente de sus ingresos. Si a todo eso se le suma el problema de Agila II en el noroeste y, además, la división nobiliaria en el bando vivigodo como un todo, el resultado fue que, encima de presentarse tarde, el ejército de Rodrigo no debe haber sido muy numeroso. Y además de reducidas, estas tropas estaban divididas, con desacuerdos que generaron luchas internas e incluso deserciones. Es muy probable que, incluso, el invasor árabe Tariq recibiera durante la batalla apoyo de nobles witizanos que llegaban junto con las tropas del rey.

JV. São Paulo, abril de 2018

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