sexta-feira, 22 de setembro de 2017

Los guaraníes, la Sierra de la Plata y el Rey Blanco

Los guaraníes, la Sierra de la Plata y el Rey Blanco

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Los guaraníes, la Sierra de la Plata y el Rey Blanco

Los guaraníes del litoral marítimo brasileño contaban que muy hacia el oeste de sus tierras existía un territorio riquísimo, el de los caracaraes, que eran los dominios del llamado Rey Blanco, lugar en donde había una gran sierra de plata maciza, bañada por diversos ríos de oro y otras tantas e indecibles maravillas de la naturaleza.

Los incas irradiaban por entonces su esplendor y un poder avasallador por toda la América del Sur en tiempos anteriores a la conquista española.

Fue la época en la que los guaraníes realizaron grandes emigraciones hacia los territorios del actual Perú con la intención de conquistarlos, pero fueron expulsados. Algunos grupos guaraníes, ya de vuelta hacia las costas atlánticas, se establecieron en el Gran Chaco y en las actuales tierras paraguayas. De regreso a las costas del Brasil, los guaraníes se dedicaron a divulgar la fama de la Sierra de la Plata y de las ricas minas de Charcas, en el actual territorio boliviano. Las noticias, a su vez, eran aumentadas y deformadas por las fantasías del imperio incaico sobre el cerro Saigpurum, luego llamado Potosí por los españoles.

Los exploradores portugueses y españoles - en disputa por las tierras que hoy conforman el sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y las tierras orientales argentinas- suponían que, si entraban por el Río de la Plata,  podrían cargar sus barcos, llenándolos con los metales preciosos que irían a encontrar en el camino. Crecía el delírio de los europeos imaginándose como serían los súbditos del famoso Rey Blanco que, según lo que contaban los deslumbrados guaraníes, usaban coronas de plata y grandes planchas de oro colgadas del cuello.
Los adelantados españoles se deslumbraban con las constantes noticias traídas por los indios sobre la Sierra de la Plata y que hablaban del imperio grandioso en el occidente, en el rumbo de una larga cordillera de enormes montañas, custodiado por un  dragón invencible, que muchos, más realistas y estudiados, pensaban que se trataba nada más que de la impenetrable selva del enorme território del Gran Chaco.

Hacia el año 1516,  tres barcos volvían a España navegando por el río Paraná-Guazú después de haber descubierto el inmenso río al que Juan Díaz de Solís llamó Mar Dulce, luego conocido como Río de la Plata. 
Pero ocurrió que los restos del Solís y de gran parte de la tripulación quedaron por allí mismo, después de una matanza de la cual solo se salvó el grumete Francisco del Puerto. 
Más tarde la pequeña flota pasó por la isla Yurúminrín que luego Sebastian Caboto llamaría con el nombre de Santa Catalina, frente la costa de la Tierra de los Patos en los mares del sur brasileño. 
Una de las carabelas se atrasó y naufragó en el Puerto de los Patos, en la costa frente a la isla, quedando allí abandonados a su propia suerte dieciocho tripulantes.

Continuará.

Javier Villanueva, São Paulo, 21 de septiembre de 2017.

Bibliografía:

Domínguez, Manuel. El alma de la raza.
Fernández de Castillejo, Federico. La ilusión de la conquista. Atalaya. Buenos Aires, 1945.
Fitte, Ernesto J. Hambre y desnudeces en la conquista del Río de la Plata. Academia Nacional de la Historia. Bue-nos Aires, 1980.
Gandía, Enrique de. Historia crítica de los mitos de la conquista de América.
Rubio, Julián María. Exploración y conquista del Río de la Plata : siglos XVI y XVII. Salvat, 1953.

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