quinta-feira, 29 de junho de 2017

Cortázar, el negro Dardo y la Muñeca Sánchez.



Cortázar, el negro Dardo y la Muñeca Sánchez.

Yo había ido al cine “Luz y Sombras”, en la avenida Vélez Sardfield, a ver Godart, con una noviecita, y ni ella ni yo habíamos entendido nada. Al darme vuelta, aburrido, vi que Cortázar estaba sentado justo atrás de mí. Hablamos, pero poco...la verdad es que me intimidaban sus ojos bovinos, tan separados, su mirada de niño cruel, sus facciones de muñeco. 

Nos volvimos a encontrar en el bar “La Paz”, en 1978, mientras yo lo esperaba al negro Dardo, y él garabateaba unos dibujos extraños en la servilleta, en forma de una rayuela. Hablamos unos diez minutos, y nos dimos cuenta que teníamos un par de amigos argentinos en común que vivían en São Paulo. Era un hombre de unos 65 años, cuando yo apenas había llegado a los 27. No tenía diploma universitario, pero a mí me parecía que lo sabía todo, un poco como el viejo Ismael Viñas, al que nada de lo humano le era ajeno; y hasta usaba unos anteojos de vidrio sin necesitar lentes, para parecer más el intelectual todavía, supongo. Más tarde, Aurora Bernárdez, su mujer, me contó que lo obligó a dejar de usarlos; no los necesitaba. 

Muñeca Sánches, mi prima, me cuenta que también se lo encontró una noche en París, en el cementerio.

––Era un un atardecer frío y me lo topé a Cortázar en el cementerio de París, o al abuelo de Cortázar. Debería tener por entonces unos 85 ó 90 años. Si bien que te cuento que me pasó lo mismo que a aquel escritor peruano, Bryce Echenique, que creyó haber visto al padre o al abuelo de Cortázar, porque el argentino no representaba más de 28, y cuando por fin se lo presentaron pensó que no, que al que había visto antes era el hijo de Cortázar––

Bueno, en fin, el caso es que a Muñeca se le apareció entre las tumbas de Montparnasse un señor muy alto, que a cada cien metros de recorrido le parecía más y más alto; con una cara de chico perverso, metido en un largo sobretodo negro; y cuando Muñeca se topó con el viejito que, en pleno invierno, en un atardecer oscuro le hablaba en un diáfano castellano matizado por un lejano acento francés notó que, como contaba García Márquez del escritor argentino, el misterioso anciano también tenía unos ojos “muy separados, como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo”. Pero Muñeca no tuvo tiempo de asustarse porque de pronto el viejito le mostró con una gran reverencia la tumba de Cortázar, y desapareció entre las sombras.

––Y, sí Javi–– me dice Muñeca ––por eso y por otras tantas cosas que cuentan que pasan en París es que cuando uno anda por la calle, en cualquier esquina se atraviesa el espejo de Alicia, y uno continúa hasta un café en Córdoba, donde nuevamente cruza el espejo, ¿el retrovisor, tal vez?, que te trae de vuelta al punto de partida–– me dice Muñeca.

––Las historias verdaderas se nos mezclan con las de los escritores que nos habitan, y siguen su recorrido perfecto, rotundo, perplejo–– me dice, y yo pienso que tiene razón.

Pero me contaba también mi prima Muñeca que muchas de sus historias, como lo de la Maga, o lo del entierro del paraguas es cierto que ocurrió, de verdad. 

––De vez en cuando insistía en que tenemos que ponerle poesía a la vida de la gente. Y escribía esa frase en un montón de papelitos que después los iba colocando en las puertas de las casas–– me dice mi prima, se levanta, paga el cafe y se va, dejándome pensativo.

Con el negro Dardo, o con Violeta, también nos encontrábamos por casualidad, en la avenida Paulista, o en el colectivo 60, entre el Tigre y la avenida Corrientes, o en la estación Jardim São Paulo del metrô. Lo mismo me ocurría con Cortázar, y entonces él me explicaba pacientemente que los surrealistas le daban mucha importancia a esos encuentros así, al azar.

Julito hablaba francés con un leve acento argentino, pero no pronunciaba bien las erres, ni en francés ni en castellano. Ya casi me había olvidado de él por completo, hasta que un día lo volví a encontrar en la Vila Mariana, en São Paulo. Fue muchos años después, en la librería de seu Xunqueira; pero tampoco fue la última: en mi cumpleaños de sesenta, yo estaba en otra librería, una de publicaciones usadas y raras, en el Boulevard Saint-Germain. Lo vi de lejos, y noté que estaba pasándole el dedo, de un modo excesivamente sensual, a un libro viejo que miraba muy de cerca, como quien observa el plato que se va a comer y lo saborea de antemano...o, perdónenme la comparación, como quien está de bruces en la cama, entre las piernas de la mujer amada y sabe que no hay ningún lugar mejor que ese en todo el universo.

Yo era muy joven entonces -en 1950, digo- y viajaba en el “Conte Biancamano”,  el mismo barco que lo llevaría a Julito a París por primera vez. Después conversamos un par de veces en lo de Mika Etchebéhère, y más tarde, durante la guerra de las Malvinas, nos volvimos a encontrar, al azar como siempre, y discutimos sobre los “contras” en Nicaragua.

A Julito Cortázar no me lo encontré nunca más, pero al negro Dardo y a Violeta sí, siempre de casualidad, al voleo, en El Rodeo de Córdoba, o en la avenida Santa Fe de Buenos Aires. Los cronopios y las famas nunca se le separan al negro Dardo, ni a Violeta, y cuando nos topamos por ahí, al azar, siempre se me pega alguno, y solo me doy cuenta al llegar a São Paulo y empezar a deshacer las valijas.

FIN
Lea un poco más en “Relatos de utopías y amores, de demonios y héroes de la Patria", J.Villanueva, S.P. 2006.

terça-feira, 27 de junho de 2017

El boxeo y el saqueo a lo que llamaron desierto.

El boxeo y el saqueo a lo que llamaron desierto.


El boxeo y la invasión del desierto.

Por fin había logrado mi oportunidad. Fue después de siete años en el circuito amador de boxeo, deporte que había practicado desde los catorce, por influencia de mi abuelo -el negro José, que de chico me llevaba a ver las peleas en el Luna Park. Siempre fue mi mayor incentivador, aunque a distancia, porque él vive en Córdoba y yo, desde hace años, en São Paulo. Ahora veo que en su mayor parte fue por él que elegí este deporte como forma de vida; me acuerdo de su imagen, hoy con ochenta y siete años, cuando me subía a upa y me hablaba de los íconos del arte noble, siempre con un enfoque nacionalista, porque los nombres que recuerdo que más salían de su boca eran los de Nicolino Locche, Víctor Galindez, Ringo Bonavena y Monzón.  Realmente ¡qué época para el boxeo argentino!

  En Brasil tuve destaque en los torneos amateurs: fui campeón paulista, después brasilero, sudamericano y llegué hasta el mundial, dónde quedé en segundo lugar antes de mi oportunidad de profesionalizarme. Fue todo muy rápido, dos semanas después del primer contacto con el agente, firmé el contrato y empecé inmediatamente a entrenar. Me mudé a la ciudad de Rio de Janeiro, y en menos de un mes ya tenía una pelea.
Mi debut fue de lo mejor. El contrincante era un bahiano ya con una cierta fama construida a lo largo de algunos knock-outs en su carrera, lo que no me amedrentó; en aquél entonces nada lograba asustarme.    
  Al segundo round, y con pocos golpes que él realmente pudo conectarme, le encajé un upper-cut bien en la puntita de la pera, y vi de inmediato su cara de tristeza, seguida de una mirada perdida, a medida que se desplomaba hacia la lona. Me levantaron el guante y sentí en la boca el gusto de sangre mezclado al de la gloria.

  Y este mismo gusto sentí, con esos mismos dos principales componentes, pero en distintas proporciones, al cabo de todas las otras nueve peleas que tuve. Hasta que llegó la invitación para desafiar al campeón mundial de mi categoría -medianos, 72,6 kg. El Puma Uálter, de Buenos Aires.
¡Qué ironía! Yo, un argentino radicado en Brasil y de cierta forma representando a mi nuevo país, iba a intentar sacarle el cinturón de campeón a un argentino…y en Argentina. La pelea sería en el estadio Ingeniero Huergo, en Comodoro Rivadavia, provincia de Santa Cruz.
  Llegamos con mi agente y el equipo, en avión, desde Rio de Janeiro. El vuelo, con conexión en Buenos Aires, fue relativamente tranquilo y rápido; salimos el miércoles por la noche y ya estábamos allá el jueves temprano para el pesaje, que sería a las once de la mañana.   

  Estaba tranquilo; en las dos semanas previas había secado cuatro de mis setenta y siete quilos, para ceñirme en el límite; sería suficiente con que no tomara más agua hasta subir a la balanza. Y así fue; el evento del sábado a la noche era algo que alteraba la rutina de la ciudad, y en el pesaje hasta el intendente de la ciudad se hizo presente. El Puma se mostró muy disgustado con mi presencia, y yo, que normalmente no tengo ningún impulso de antipatía por mis competidores, esta vez sentía que no era la primera vez que iría a combatir esos ojos claramente ibéricos, de soldado conquistador del desierto.

 Después de dos semanas de privaciones viene lo que todo luchador espera con ansiedad, el “después del pesaje”, cuando se puede comer y beber como un rey. Por la tarde una comitiva me llevó a dar una vuelta por la ciudad y los alrededores. Hermosa ciudad, pensé -¡qué increíble que nunca hubiera tenido ganas antes de conocer la Patagonia argentina!- lugar tan misterioso y fascinante. Fue entonces que me pasó algo curioso: cuando nos dirigíamos a una ciudad muy cercana a Comodoro, llamada Caleta Olivia, me llamó la atención una imponente meseta que se levantaba al costado de la ruta, no muy lejos del mar, que ya alcanzábamos a ver a lo lejos. Lo curioso fue que al mirarla ya sabía que allí, por el otro lado, el que no se veía desde donde estábamos, había una senda que conducía en menos de quince minutos a la cima plana desde donde se podía ver kilómetros de mar adentro.
   Me pareció una idea tonta que me habría inventado y me la hice creer a mí mismo, y para disiparla le pregunté al chofer el nombre de aquel cerro –Pan de Azúcar, acá le decimos la tumba de Paturuzú. Hoy está cerrada, pero existe una senda centenaria que usaban los indios para llegar a su cumbre; ahora está tapada. Queda del otro lado del cerro-. Realmente me quedé sorprendido con aquello que escuché y confirmó lo que me había parecido una idea disparatada. Los Teushen -genuinos y autóctonos habitantes Tehuelches de la tierra los vientos- hoy ya no existen, me dice el chofer.

 Finalmente llegó el sábado; la ansiedad empezó a manifestarse ya en la mañana, pero me acordaba lo que me decía mi abuelo: gana el que primero le gana a uno mismo. Eso es lo que aprendí y más valoro en todos los conocimientos del boxeo que tengo. Estaba entrenado y motivado; era un borrego de veintidós años ya con nueve victorias seguidas en mi carrera, cero derrotas. Iba a ganar. El “no” ya lo tenía, siempre lo tuve; en instantes iba a salir a traerme el “sí”.
  Aunque uno se entrene física y mentalmente durante años, no creo que exista boxeador que no tenga la típica impresión, al subir al ring, de que su contrincante es mucho más grande y musculoso que uno. Pero el que es experimentado sabe que eso es un truco más de la mente; el último intento desesperado del instinto de autopreservación de hacerte ponderar sobre esa irracionalidad y desaparecer de allí. Claro que ignoré ese pensamiento, combatiéndolo con la recíproca: para un campeón es mucho más fácil que le ganen, él entra al ring sabiendo que es el único de los dos que realmente tiene algo importante a perder; si yo lo veo el doble, él me ve el triple de su tamaño.

  El árbitro nos llama al centro y mientras nos habla las cosas que todo árbitro siempre habla y que todo boxeador nunca escucha, no puedo dejar de pensar que con éste conquistador yo ya había luchado antes. Suena el gong. La pelea está programada para ocho rounds de cinco minutos, y los tres primeros tuve una leve ventaja sobre El Puma, pero era realmente muy duro y golpeaba fuerte de verdad. No estaba tan bien para mí cómo pensé que me iría; aunque él había recibido unos buenos golpes míos y su ceja derecha ya empezaba a escupir chocolate, sentía que sus piñas venían cada vez más fuertes y furiosas.

  Era el séptimo round cuando en una secuencia -en que le aplicaba jab, cross, jab upper-cut-  me sorprendió con un gancho de izquierda; yo, cómo zurdo que soy, tendría que haber estado más atento a lo que viene de siniestra, pero tal cual un diestro, me distraje. El golpe entró limpio en mi oreja, sonando para los de afuera como un tambor, y para adentro como todo un corso haciendo batuque al unísono. Pero fue en ese momento que todo ocurrió, no estaba más allí, si no muy cerca, al pie del cerro Pan de Azúcar, y ya no era el Lucho, era un indio Tehuelche que acababa de sucumbir ante la afilada espada de un soldado de la tropa de Julio Roca; a medida que caía, veo nítidamente los resplandores de las hebillas de su uniforme y los detalles entallados de las espuelas y sus botas. Brillan los dos soles en las charreteras del teniente Liborio Bernal, que después comandaría la tercera brigada. Miro hacia atrás y veo mis hermanos caídos y otros soldados que siguen avanzando, les grito en mi lengua teushen: ¡En nuestra tierra nos quedamos! ¡Huanacos!

Y en un segundo me acuerdo de 1872 y del ejército de 6000 lanceros combatientes del cacique Calfucurá que los lanzó a la invasión grande a la provincia de Buenos Aires. Juntó sus 1500 lanzas de escolta, a otras 1500 de Pincén, indios argentinos de Neuquén y 1000 chilenos de Alvarito. Los ranqueles de Mariano Rosas no fueron al mando de Namuncurá, y pelearon por su cuenta.
Pero, después de la rendición de los araucanos ante el coronel chileno Gregorio Urrutia en Villarrica en 1883, el cacique Manuel Namuncurá volvió a la Patagonia para entregarse al ejército argentino, sometiéndose a las tropas del general Julio Roca el 5 de mayo de 1884. Los otros jefes indios, Inacayal y Sayhueque, siguieron realizando ataques, hasta que, temiendo la destrucción total de sus tribus, se rindieron en 1885.

  Entonces todo volvió a lo que era: en lugar de los cuerpos de mis hermanos indios, vuelven las caras de un público que nada más son que lobos hambrientos esperando que les arrojen trozos de carne desgarrada. Escucho que desde arriba alguien cuenta, uno, dos, tres!…miro y reconozco a mi bisabuelo, el papá de mi abuelo negro, que sentado me hacía gestos para que me levantara y le diera un zurdazo en la pera, igual al que él mismo le había puesto, ya pasados los ochenta años, a un atrevido de menos de treinta, rompiéndole la quijada…cuatro, cinco!…y noto que de esta forma voy a vengar a una parte de mis antepasados…seis, siete!…entonces me doy cuenta que  esos números eran dichos por el árbitro, y que si llegaba hasta el ocho sin que me hubiera levantado, estaría todo perdido.

 Una vez sobre mis pies, el árbitro me pide que levante los brazos, que me ponga en guardia y dé dos pasos hacia él; me limpia los guantes, nos llama al centro y reinicia el combate. El Puma se me encimó con toda la furia y hambre de quien ya la tiene casi ganada, tirándome un cross que seguramente terminaría su trabajo, pero un ágil reflejo -claramente para mí después de mi revelación, Tehuelche- me hizo dar un pequeño paso a la derecha desviándolo, y tirarle un jab, que en mi zurdez es con la derecha, un cross de diestro que, tal como mi bisabuelo esperaba, se frenó en lleno en la pera del Puma, llamándolo a la siesta. El familiar gusto se repitió, con su componente rojo más presente que nunca, en aquella que para el mundo fue una batalla épica y para mí la revancha de mi pueblo.

El 21 de enero de 1879, el diario “La Nación” publicó esta breve crónica: “Llegan los indios prisioneros con sus familias a los cuales los trajeron caminando en su mayor parte o en carros, la desesperación, el llanto no cesa, se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano los hombres indios se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre indio se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.

Fin

Luciano Barrionuevo, São Paulo, 27 de junio de 2013.

sábado, 24 de junho de 2017

El español y su vecino moderno, el portuñol.

El español y su vecino moderno, el portuñol.


¿Cómo surge el idioma español?

La lengua española se origina en el continente europeo, en la región que hoy es España, y actualmente es el idioma ocial de diversos países.
También es la lengua más hablada en América y una de las más habladas en el mundo, después del inglés y el chino mandarín. 

Cuando los romanos conquistan la península Ibérica, el latín pasa a ser la lengua ocial, y el latín continúa siendo la única lengua común durante muchos siglos, aun después del n del Imperio Romano, principalmente para las comunicaciones de la Iglesia Católica y después para las Universidades de toda la región.

En la cultura popular, mientras tanto, y hacia nes del siglo III, se extiende una forma de latín más vulgar que va sufriendo, con el paso del tiempo, transformaciones regionales.

En el siglo VIII comienza la inuencia de la lengua árabe, debido a la expansión musulmana que penetra la península ibérica, llegada desde el norte de África en el año 711.
Los árabes permanecen ocho siglos en el actual territorio español y dejan su huella en la lengua, la arquitectura, la música y las ciencias, pero aunque su pueblo se mezcla con las poblaciones originarias, son vistos como invasores por los reinos cristianos del norte que los combaten.
Durante las guerras de reconquista, el reino de Castilla comanda la expulsión de los árabes del territorio. 

Para mostrar su prestigio y la fuerza de su reino, el rey de Castilla, Alfonso X, estableció el castellano - la forma de latín vulgar que se hablaba en su reino - como lengua ocial, sustituyendo el latín en la ciencia, la literatura, la historia, las leyes y la administración. 

En 1492, Antonio Nebrija, publica su obra Gramática castellana, que es la primera gramática de una lengua vulgar escrita en Europa que sirve para jar el idioma. Esta obra está dedicada a la reina Isabel I de Castilla que en ese año apoya a Cristóbal Colón en sus viajes marítimos que resultan en la conquista del Nuevo Mundo, América. Con el tiempo el castellano comienza a llamarse también español.

FORHAN, Neisy Amparo Escobar. Instituto de Ciencias y Tecnologías Nucleares. Cuba: 05/02/2009. Publicado en "Cambio, Língua Estrangeira Moderna-Espanhol". Ensino Fundamental II. Companhia Editora Nacional, 2009. 2ª edição, 2012, IBEP, Serie Librería Española e Hispanoamericana. São Paulo.


Pero, ¿y el portuñol? ¿Qué es?

Es lo mismo que, en la grafía portuguesa se escribe y se llama portunhol: una especie de pidgin mixto, que se fue formando a lo largo de los últimos dos o tres siglos con un léxico proveniente del castellano fronterizo y del portugués brasileño(1). En los días de hoy, y desde finales del siglo XX, el portuñol ocurre en dos ambientes muy diferentes entre si:
a) entre los empleados y ejecutivos de empresas multinacionales con negocios en países de América Latina y España, o de las binacionales en que una de las partes es brasileña y la otra habla español. En este ambiente urbano y cerrado, circulan pequeñas poblaciones de trabajadores que a veces viajan constantemente entre países de habla portuguesa y castellana, o simplemente sirven en sus oficinas de trabajo a jefes de una u otra habla.

Muchos empleados, ejecutivos y técnicos brasileños, expatriados o no, estudian el español como lengua extranjera. Y otras veces, menos en volumen con seguridad, son los trabajadores de lengua española los que estudian y practican el portugués como segunda lengua.

En un grupo aparte, pero con resultados parecidos, están los grupos de estudiantes de intercambio, cada vez más numerosos, y los turistas de uno y del otro lado de las fronteras brasileño-hispanoamericanas.

b) entre los hablantes de las regiones lingüísticas limítrofes entre el español hispanoamericano y el portugués de Brasil. En varias regiones de América del Sur, en las  fronteras de Brasil con los estados que fueron colonias españolas hasta el siglo XIX. También en la Península Ibérica existe un tipo diferente de portuñol, que se puede encontrar aún hoy en algunas zonas fronterizas de España  con Portugal.

El portuñol sudamericano

Donde los territorios de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina forman fronteras con Brasil, ocurre el portuñol.
Pero esto también se da en los límites extremos de Brasil con los territorios de Perú, Venezuela y Colombia. 

En el  caso del Uruguay, donde el portuñol cuenta con casi 300 años de antigüedad, la franja de hablantes tiene un amplísimo alcance y es practicado cotidianamente por la mayoría de los habitantes de las ciudades y pueblos limítrofes del norte del país, debido a la enorme integración entre los dos pueblos vecinos, el brasileño y el uruguayo, en regiones como la Frontera de la Paz.

También se conoce en el Uruguay al portuñol como Bayano, o como Portuñol fronterizo o riverense -o  fronteiriço, en portugués- y en los medios académicos como los dialectos portugueses del Uruguay. 
Hay que recordar que el Uruguay se independizó de las Provincias Unidas del Río de la Plata y antes de separarse del antiguo Virreinato español del Río de la Plata, fue dos veces invadido por el Imperio de Brasil; en la primera ocasión, la ocupación militar se estendió durante toda una década. Los habitantes de la frontera uruguaya llaman al dialecto que hablan portuñol, a secas, y su dominio territorial está  ubicado geográficamente en la zona que tiene como centro las ciudades de Rivera y Sant'Ana do Livramento, y se extiende por una franja de muchos kilómetros a lo largo de toda la frontera.

Históricamente, los orígenes del portuñol se remontan a los años de la colonización portuguesa en el norte de Uruguay, cuando todavía no estaba bien definido a quién pertenecían estos territorios, a la merced de la acción de los bandeirantes, que atacaban las poblaciones en busca de indios para esclavizar; y pasando esas enormes áreas de las manos de la corona lusitana a la española de manera alternativa y sucesiva; así, terminaban dependiendo siempre sus habitantes, tanto de los hacendados de Rio Grande do Sul, provincia gaúcha del Brasil, como de los funcionarios y gendarmes del gobierno Oriental.

No solamente el portugués y el castellano  influyeron al portuñol, como también lo hicieron las lenguas indígenas, como el charrúa y el guaraní, en muchos casos;  algunos de esos ejemplos son  las palabras gurí (niño), mamboretá (el insecto  "tatadiós"), caracú (el hueso de la vaca), etc.

¿Cuáles es la ubicación fronteriza del portuñol en la vastísima América del Sur?

En la frontera Venezuela-Brasil, La Línea: en las localidades de Santa Elena de Uairén – Pacaraima.

En la frontera entre Colombia-Brasil-Perú, también llamada Tres Fronteras: Leticia-Tabatinga, en las que se habla el llamado Portuñol leticiano.

En la frontera entre Perú y Brasil: en Iñapari-Assis Brasil; Pucallpa-Boqueirāo; Islandia–Benjamin Constant; Puerto Esperanza–Santa Rosa do Purus.

En la frontera entre Bolivia y Brasil: Cobija-Brasiléia. 

El portuñol cobijeño, que es hablado por casi todos los habitantes de Cobija, es un portugués con gramática y fonética del español de Pando. Sus características más importantes son el uso de sólo cinco vocales, como en castellano; la aspiración de todas las s finales; no hay diferencia entre la s y la z; ni entre la y la v, tal como ocurre en el español americano; tampoco hay diptongos nasalizados, como los hay en portugués.

También se habla portuñol en la frontera de Guayaramerín-Guajará-Mirim, y de Villa Bella-Vila Murtinho. En Villa Bella hubo fuerte presencia de portuñol en el siglo XIX entre los colonos inmigrados por causa de la explotación del caucho. En los días de hoy la decadencia de la población ha extinguido ese portuñol fronterizo.

En la frontera Paraguay-Brasil-Argentina o Triple Frontera:  en Bella Vista Norte-Bela Vista; Pedro Juan Caballero-Ponta Porã; Capitán Bado-Coronel Sapucaia;  Salto del Guairá-Mundo Novo y Guairá.
Frontera Uruguay-Brasil: en Artigas-Quarai; Chuy-Chuí; Río Branco-Yaguarón; Rivera–Santana do Livramento, Frontera de la Paz. 

En esta frontera se habla el portuñol más antiguo de América y también el que ha sido más estudiado por las academias y posiblemente uno de los más conocidos del continente, el llamado portuñol riverense.

J.V.

(1) Aparte de los famosos Falsos Amigos, también contribuyeron otras "trampas" que son generadas por la semejanza o transparencia entre los dos idiomas, que es una de las varias causas históricas del “portuñol” como un dialecto variable de fronteras. Veamos cómo se enseña y se aprende hoy este contacto entre los dos idiomas:

"Los heterogenéricos son aquellos sustantivos que cambian de género de un idioma para el otro. O sea, tienen un género en portugués y otro en castellano (2).

Hay sustantivos que son masculinos en castellano y femeninos en portugués.

El árbol                                               a árvore
el color                                               a cor
el contestador automático            a secretária eletrônica
el cuchillo                                           a faca
el cutis                                                a cútis
el desorden                                        a desordem
el dolor                                               a dor
el equipo                                             a equipe
el estreno                                            a estreia
el lavaplatos /el lavavajillas              a lava-louças
el puente                                               a ponte
el vals                                                     a valsa
el vértigo                                               a vertigem

Y  también hay algunos grupos de palabras:

El lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes
a segunda-feira, a terça-feira, a quarta-feira, a quinta-feira, a sexta-feira

El manzano, el naranjo, el olivo y otros árboles fructíferos           
a macieira, a laranjeira, a oliveira

El coraje, mensaje, paisaje, viaje y otras palabras terminadas en -aje            
a coragem, a mensagem, a paisagem, a viagem

También existen algunos sustantivos que son femeninos en castellano y masculinos en portugués:

La a, la be, la ce                                             o a, o bê, o cê
la aspiradora                                                  o aspirador de pó
la baraja                                                          o baralho
la computadora                                             o computador
la estufa                                                           o aquecedor de ambientes
la leche                                                            o leite
la licuadora                                                     o liquidificador
la miel                                                              o mel
la multiprocesadora                                     o multiprocessador
la nariz                                                            o nariz
la protesta                                                      o protesto
la radio (el medio de difusión / el aparato)    o rádio (aparelho)
la rodilla                                                         o joelho
la sal                                                               o sal
la sangre                                                         o sangue
la sonrisa                                                        o sorriso
la tiza                                                               o giz

la legumbre, costumbre,  (y terminados en -umbre)       o costume

Fuentes consultadas:

Ven 1 Español Libro de Ejercicios. Versión Brasileña Edelsa- Enterprise Idiomas, São Paulo, 1998. Coautores: M. Cristina Pacheco, Víctor Barrionuevo et alli.
Diccionario de Falsos Amigos - Español/portugués - Português/espanhol. Hoyos, Balbina Lorenzo Feijóo. Editora Enterprise Idiomas, São Paulo, 1998.

Ven 2 Español Libro de Ejercicios. Versión Brasileña, 1999, F. Castro F. Marin R. Morales S. Rosa. Edelsa-Enterprise Idiomas. Coautores: M. Cristina Pacheco, Víctor Barrionuevo et alii.

Síntesis Gramatical de la lengua española. Una gramática contrastiva. Freire, M Teodora Rodriguez Monzu. Editora Enterprise Idiomas, 5ª edição, 1999. Página 23.

Temas de Gramática contemporánea de la lengua española. M. Cristina  Pacheco, Manoel Dias Martins. Companhia Editora Nacional, São Paulo, 2006."

(2) Observación importante: muchas partes de estos textos, de propiedad intelectual original de los profesores mencionados más arriba, han aparecido ya en numerosos sítios-web a los largo de los años de 2000 en adelante, pasando a ser, a mi entender personal, un contenido de dominio público, igual que lo son grandes trechos de las gramáticas del idioma español y portugués más divulgados en Internet.  (J.V. Texto original escrito en Madrid, en mayo de 1999 y en Córdoba, Argentina, en abril de 2009).

Javier Villanueva, publicado en este Blog en Buenos Aires, en diciembre de 2011.

quinta-feira, 22 de junho de 2017

¿Quién era El Eternauta, el personaje de Oesterheld?

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¿Quién era El Eternauta, el personaje de Oesterheld?



Germán es un guionista de historietas al que se le aparece un viajero del tiempo que se hace llamar el Eternauta, aunque su nombre terrestre es Juan Salvo.
 
El viajero comienza a contarle sobre su fantástica odisea. Cuenta que estaba en su casa de Vicente López, en Buenos Aires, junto a su familia - su esposa Elena y su hija Martita- compartiendo una partida de truco con sus amigos Favalli, Lucas y Polsky, cuando cayó una nevada mortal de copos fluorescentes que aniquilaron a gran parte de la humanidad. Gracias a que su casa estaba herméticamente cerrada, todos ellos se salvaron de la aniquilación. 

Ante la catástrofe, deciden organizarse para superar la situación - que en aquél momento suponían que fuera provocada por pruebas nucleares-, y buscan comida, remedios y armas, porque hay sobrevivientes que se cazan entre sí. 
Como dijo Favalli: "La ley de la civilización quedó sepultada bajo la nevada mortal". Pero para sorpresa de todos, la nevada no es el fin de la catástrofe sino el principio de una terrible invasión extraterrestre.

"El Eternauta" es una historieta de ciencia ficción escrita por el autor argentino Héctor Germán Oesterheld e ilustrada con dibujos de Francisco Solano López. Fue publicada por primera vez en la revista "Hora Cero" Semanal, entre 1957 y 1959.

Oesterheld publicó un "remake" de la historia en 1965, con arte de Alberto Breccia y una secuencia en 1976, con Solano López. 
Ambas versiones presentaban un tono más político e ideológico, reflejo de la situación que se sufría en la Argentina con el golpe militar. En esa época, Oesterheld - que militava en el grupo guerrillero Montoneros, desapareció en Buenos Aires, secuestrado por grupos de acción del ejército en 1977, cuando finalizaba el guión de la secuencia de El Eternauta.

Con la vuelta de la democracia a la Argentina, en 1983, nuevas historias con El Eternauta fueron editadas y publicadas por otros autores.

Javier Villanueva para Librería Española e Hispanoamericana. São Paulo, 21 de junio de 2017.

terça-feira, 20 de junho de 2017

Andresito Artigas, el gobernador de Misiones

Andrés Guacurarí, o Andresito Artigas, el Comandante General y Gobernador de Misiones
1ª parte

Durante la Revolución de Mayo de 1810 en el Río de la Plata, en los inicios de la historia patria de la que sería luego la futura Argentina, ya había  desde su inicio dos líneas revolucionarias bien definidas, una que podemos llamar "burguesa" y que seguía claramente el modelo europeo liberal, representada por figuras como Anchorena, Rivadavia o Saavedra. 
Y había otra línea, más popular, inspirada en la izquierda jacobinista de la Revolución Francesa, soñadora con la libertad y la igualdad social, que aspiraba a ampliar al máximo los derechos universales del hombre, y que era representada por patriotas como Moreno, Castelli y Belgrano. 

Producida la revolución en la que luego sería el centro la vida política y económica de Argentina, la aldea de Buenos Aires, el primer gobierno criollo fue enseguida rechazado por diversos motivos por tres gobernaciones importantes: la del Paraguay, la del Alto Perú ambas al norte, y por la de la Banda Oriental. 

Sin embargo, el gobernador de las Misiones jesuíticas, que a esa altura estaban en un claro proceso de desintegración, el Coronel Rocamora, llama el 9 de julio de 1810 a un Cabildo Abierto en la aldea de Santo Tomé, resolviendo adherir a la revolución con la participación de un llamado "Ejército de Naturales", compuesto por contingentes guaraníes entre los cuales está Andrés Guacurarí.

¿Qué había ocurrido en aquel lejano territorio fronterizo, ignorado por las historias contemporáneas argentina y brasileña a la que también le afecta, y por qué esa ignorancia? Es que hacia finales del siglo XVIII, y muy a pesar de las políticas elaboradas y practicadas después de la expulsión de los jesuítas, arreglada entre portugueses, españoles y "bandeirantes" paulistas, los misioneros mantenían una serie de características que los diferenciaban muy claramente de los demás habitantes originarios de la región. 

Vamos a analizarlas, ya que la más importante entre esas características especiales, y la que más favorecía la comunicación entre los nativos, era la permanencia de las antiguas reducciones del Paraguay como genuinos pueblos indígenas, gobernados por  los cabildos compuestos por los propios nativos guaraníes. Estos eran regidos por el sistema de comunidades, que los mantenía vinculados a sus aldeas de origen, lo que a su vez también organizaba y daba garantía de distribución a toda la producción económica. 

En 1800 o sea, una década antes de la Revolución de Mayo, el Marqués de Avilés,  virrey del Río de la Plata, elaboró un conjunto de medidas para extinguir de a poco el régimen de las comunidades y, consecuentemente, librar a los indígenas nativos de los lazos comunales para promover  (o forzar, si fuera necesario) su inserción individual en la sociedad colonial. 
El sistema del virrey Avilés fue precedido por diversas evaluaciones realizadas  por curas católicos y funcionarios españoles sobre la propuesta, que era considerada claramente beneficiosa por la mayoría de los consultados. Estos elaboraron una lista con los nombres de los nativos que ellos consideraban ya aptos para ser libertados, lo que sería extensivo también a la familia de cada uno de ellos. 

La aplicación de este nuevo sistema creó una sucesión de confusiones y de malentendidos, porque los guaraníes buscaron sus propios modos de entrar en estas listas, usando como principal argumento la comprobación de que pertenecían a la familia liberada, llevando a discusión el hecho de que las formas de parentesco guaraníes no eran las mismas ni se correspondían con las que la sociedad occidental acepta como propias, aquellas sobre las cuales el virrey Avilés había fundamentado los mecanismos de la libertación de los indios. 

Los esfuerzos realizados por los guaraníes para ser liberados sugieren que los pueblos nativos percibían los benefícios que la medida podría ofrecerles, e indican también un agotamiento final del viejo régimen comunitario, lo que ya era sentido por las propias comunidades indígenas.

A lo largo de este mismo período, también es visible un aumento creciente del uso del concepto y de la palabralibertad, sea en textos en castellano, o en los documentos redactados en el idioma guaraní. El empleo de este concepto ya sugiere que los padres misioneros habían hecho suyas muchas de las ideas políticas y sociales llegadas de la Francia revolucionaria y de los Estados Unidos del norte, y que ya empezaban a circular de um modo subversivo por dentro de los territorios del enorme imperio hispanoamericano, y que irían a influenciar más tarde a las políticas del nuevo gobierno revolucionario de Mayo en relación a los pueblos originarios guaraníes.

Continuará

Javier Villanueva, São Paulo, 7 de junio de 2016.